domingo, 29 de mayo de 2011

Diálogos y palabras

Una cocina de peones: fogón de campaña, paredes negreadas de humo, piso de ladrillos, unos cuantos bancos, leña en un rincón.
Dando la espalda al fogón matea un viejo, con la pava entre los pies chuecos que se desconfían como jugando a la escondida.
Entra un muchacho lampiño, con paso seguro y el hilo de un estilo silbándole en los labios.
PABLO SOSA. -Güen día, don Nemesio.
DON NEMESIO. -Hm.
PABLO. -¿Stá caliente el agua?
DON NEMESIO. -M... hm...
PABLO. -¡Stá güeno!
El muchacho llena un mate en la yerbera, le echa agua cuidadosamente a lo largo de la bombilla, y va hacia la puerta, por donde escupe para afuera los buches de su primer cebadura.
PABLO (desde la puerta). -¿Sabe que está lindo el día pa ensillar y juirse al pueblo? Ganitas me están dando de pedirle la baja al patrón. Mirá qué día de fiesta p´al pobre, arrancar biznaga´e el monte en día domingo. ¿No será pecar contra de Dios?
DON NEMESIO. -¿M...hm?
PABLO. -¿No ve la zanja, don? ¡Cuidado no se comprometa con tanta charla!
"Quejarse no es de güen cristiano y pa nada sirve. A la suerte amarga yo le juego risa, y en teniendo un güen compañero pa repartir soledades, soy capaz de creerme de baile. ¿Ne así? ¡Vea! Cuando era boyero e muchacho, solía pasarme de vicio entre los maizales, sin necesidá de dir pa las casas. ¡Tenía un cuzquito de zalamero! Con él me floreaba a gusto, porque no sabiendo más que mover la cola, no había caso de que me dijera como mama: "Andá, buscáte un pedazo de galleta, ansina te enllenás bien la boca y asujetas el bolaceo"; ni tampoco de que me sacara como tata, zapatiando de apurao, pa cuerpiarle al lonjazo.
"El hombre, amigo, cuando eh´ alegre y bien pensao, no tiene por qué hacerse cimarrón y andarle juyendo a la gente. ¿No le parece, don?"
DON NEMESIO. -M...hm...
Pablo acobardado toma la pava y se retira hacia afuera a concluir su cebadura, rezongando entre dientes lo suficientemente fuerte para ser oído:
-Viejo indino y descomedido pa tratar con la gente...te abriría la boca a cuchillo como a los mates.
Don Nemesio, invariablemente chueco ante el vacío que dejó la pava, sonríe para él mismo, con sonsonete de duda:
-¿M...hm?



Fuente: GÜIRALDES, RICARDO, Rosaura (novela corta) y siete cuentos. Buenos Aires, Losada, 1952 (págs. 85-87)

La discípula

La hermosa Hsi Shih frunció el entrecejo. Una aldeana feísima que la vio, quedó maravillada. Anheló imitarla; asiduamente se puso de mal humor y frunció el entrecejo. Luego pisó la calle. Los ricos se encerraron bajo llave y rehusaron salir; los pobres cargaron con sus hijos y sus mujeres y emigraron a otros países.
Herbert Allen Giles, Chuang Tzu (1889)

La mendiga de Nápoles

Cuando yo vivía en Nápoles, había en la puerta de mi palacio una mendiga a la que yo arrojaba monedas antes de subir al coche. Un día, sorprendido de que no me diera nunca las gracias, miré a la mendiga; entonces vi que lo que había tomado por una mendiga más bien era un cajón de madera, pintado de verde, que contenía tierra colorada y algunas bananas medio podridas.

Max Jacob, Le Cornet à Dés (1917)
Libro:
Borges, Jorge Luis y Bioy Casares, Adolfo: Cuentos breves y extraordinarios

El gesto d la muerte. de Jean Cocteau: (Le Grand Écart)

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
-¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.
El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:
-Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
-No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.
FIN